Cualquiera que
pase por delante se llevará la impresión de que vivimos de fiesta en fiesta.
Sí, hoy tenemos otra. Sólo que esta vez, el que la organiza no es otro que
Matt, con un motivo muy especial: es su cumpleaños.
La verdad es que,
desde que tenemos hombres en el edificio, la vida es muy diferente para todas
nosotras. Para empezar, ninguna baja la basura con esos pantalones de pijama a
cuadros y esa camiseta cutre con estampado de algún bar. No es que yo lo
hiciera, pero me sé de una o dos que han cambiado sus hábitos a la hora de
comportarse en el edificio… e incluso de rondar a los vecinos. Lamentablemente,
he estado demasiado ocupada promocionando una línea de maquillaje para meter
baza, pero estoy dispuesta a demostrar que no me quedo atrás. Y el momento
perfecto para hacerlo es la fiesta de Matt.
Me explicaré:
Evan es demasiado yogurín para mí; en cambio, Matt es perfecto y además está
saliendo con mi prima Alyssa. Seguramente eso os parecerá un inconveniente,
pero no para mí. No soy una robanovios vocacional, pero ese Matt es especial,
una verdadera joya. Y si además fastidio a Alyssa en el proceso, estoy
dispuesta a demostrarles a esas principiantes de lo que es capaz Pamela JohanneBolton.
Pero el juego de
la seducción requiere dar unos pasos muy precisos. Otras quizá se arreglarían
especialmente para la ocasión, pero yo no tengo que hacer ese esfuerzo. Con
vestir con un poco de estilo y los complementos adecuados estaré perfecta.
La presencia es
fundamental. Pero la entrada lo es mucho más, por eso llegaré calculadamente
tarde, cuando ya estén todas allí. Tuve que insistir mucho a Savannah para que
aceptase llegar antes que yo, ya que pretendía que fuésemos juntas, pero
necesito que su mirada se fije exclusivamente en mí. Por suerte Savannah, que
sigue de vacaciones de hombres, acepta no hacerme sombra en la fiesta, y además
de ser mi mejor amiga, es la que única que puede llegar a hacerme sombra. Por
eso viste bastante discreta, cosa que le agradezco:
Lo primero que
hago es dirigirme hacia Matt. Esbozo una sonrisa y le tiendo una bolsa de una
joyería muy cara del centro de Londres.
—Feliz
cumpleaños, Matt —le felicito.
—Vaya, gracias,
Pam —él esboza una sonrisa y saca de la bolsa una caja alargada—. No hacía
falta que me compraras nada, en serio.
—Lo sé, pero los
cumpleaños no son lo mismo sin regalos, ¿no te parece?
Él ríe, y yo
reafirmo mi sonrisa sin apartar los ojos de él. Alyssa no se despega de su lado
y me figuro que debe estar lanzándome una mirada furibunda. Cuando abre la
caja, saca de ella un Rolex de acero que le deja boquiabierto. Punto para Pam.
—Vaya —balbucea—.
Es justo el modelo que quería, Pam. Muchas gracias.
—¿Ah, sí? Fue el
que más me gustó cuando los estuve viendo —es mi respuesta. Es mentira, claro.
He investigado un poco. Generalmente es a las mujeres a las que se nos agasaja
con regalos, pero a veces me gusta invertir los roles por pura diversión.
—Lo llevaré a mi
cuarto —dice. Parece genuinamente complacido. Ahora sí que espero que Alyssa se
cabree, y me cuesta contener una carcajada mientras lo pienso.
—Iré contigo —dice
ella, y por primera vez nuestras miradas se cruzan. En la suya hay una especie
de advertencia que me voy a divertir mucho desafiando.
—Sírvete lo que
quieras, Pam —dice Matt—. Como si estuvieras en tu casa.
Oh, muchacho, no
sabes lo al pie de la letra que voy a tomarme eso.