viernes, 29 de junio de 2012

Pan y cine


            Por lo que me ha ido contando Synnöve, la cosa está que arde en su bloque… en todos los apartamentos, y en el mal sentido. En pocas palabras, la historia puede resumirse así: su hermana Pam anda detrás del novio de su prima Alyssa, que está como un tren; tienen a Sabrina Mangano como nueva vecina, así que el bloque está rodeado de fotógrafos día y noche; y a ella y a su prima Prue les gusta el mismo chico. Esto último lo mencionó de pasada, pero a mí es lo que más me importa, porque ella es mi amiga, así que, con mucho esfuerzo, consigo que me cuente toda la historia. Supe que acabaría pasando algo cuando le vi por primera vez y se presentó a Sy. No lo reconocerá en la vida, pero está colgadísima por ese tal Evan. Lo peor es que el principal motivo por el que no quiere reconocerlo es que le duele estar peleada con Prue.
       Trato de animarla llevándola al cine a ver Los Vengadores… por tercera vez. Sí, nos encantan las pelis de superhéroes, sobre todo si son tan atractivos como estos. Tengo la corazonada de que la quitarán pronto, y creo que la espera hasta que salga en DVD va a ser larga y angustiosa. Entramos cargadas con un cubo de palomitas, refrescos tamaño jumbo y una bandeja de nachos con una cantidad obscena de salsa, que es como una buena peli se merece ser vista.
         —Creo que me he enamorado de Chris Evans —le comento, mientras buscamos nuestros asientos.
         —Cuando vimos Scott Pilgrim contra el mundo dijiste que no era para nada tu tipo —me recuerda, esbozando media sonrisa.
         Hago un mohín.
         —Pero es que todavía no era Capitán América —replico.
         —De hecho, en la vida real no es para nada como Capitán América —argumenta.
         —Bueno, entonces diré que me he enamorado de Steve Rogers. Enamorarse de un personaje de ficción tiene casi tanto sentido como enamorarse de un famoso al que no vas a conocer nunca, ¿no?
         Synnöve suelta una risita.
         —Sí, creo que sí.
         Cuando las luces se apagan y el sonido atronador de los tráilers nos rodea, intercambio una última mirada con Sy antes de sumergirnos una vez más en las aventuras de nuestros superhéroes favoritos.

         —Guau, menos mal que hemos venido antes de que repartieran entradas gratis —deja caer Synnöve con cara de póquer.
         La verdad es que cualquiera diría que así es. Falta más de media hora para que dé comienzo la sesión siguiente, pero en la entrada del cine se agolpa una cantidad impresionante de gente que se organiza en hileras en la calle.
         —¿Hay algún estreno del que no me haya enterado? —Pregunto.
         Ella se encoge de hombros mientras trata de concentrarse en llegar a la calle. Tanta gente junta es agobiante, y además, en verano, más de uno se olvida del desodorante… Puaj.



         La gente parece ponerse de acuerdo para impedir a los que salimos que lleguemos hasta la calle. Estoy a punto de proponerle a Sy que nos metamos en el baño hasta que haya empezado la siguiente sesión, cuando el hall se quedará vacío, pero entonces le veo. Evan se abre camino mientras charla con unos chicos, y antes de que acierte a avisar a Sy, él la ve:
         —¡Hey, hola, Synnöve!
         Ella se gira como si hubiera oído un disparo y compone una sonrisa en dirección a su vecino. Los amigos de Evan le miran de reojo, porque está bastante claro que Sy es más joven que ellos, y probablemente se encuentran en esa época de la Universidad en que sólo se siente desdén por la gente de instituto. Sé de lo que hablo, tengo dos hermanos mayores.
         A duras penas oigo contestar a Synnöve:
         —Hola —habla con un tono francamente quedo, y teniendo en cuenta el bullicio que hay en el cine, algo me dice que no voy a pillar toda la conversación, así que me acerco cuanto puedo sin que parezca intrusismo.
         —¿Sales ahora? Perdón, salís —Evan me lanza una mirada que revela que me recuerda de la otra vez.
         —Sí, nuestra peli acaba de terminar —contesta Synnöve con tono monocorde.
         —¿Cuál habéis visto? —Parece verdaderamente interesado, y no sé si no se entera de la expresión torturada de Sy porque es un bobo o porque ella finge muy bien…
         —Los Vengadores —responde ella, sin entrar en detalles.
         —Es la tercera vez que la vemos —agrego, no sé por qué.
         Pero ninguno de los dos me mira. Ay… algo me dice que Prue va a tener motivos para enfadarse de verdad con Sy…
         —Os acompañaré fuera —dice de repente Evan.
         Y tras lanzar una ojeada a sus amigos, retrocede abriéndonos paso a Synnöve y a mí hasta que salimos a la calle, donde la gente se arremolina aún a nuestro alrededor, pero deja más espacio para respirar. El cielo se ha nublado, como cabría esperar en Londres, y un calor pegajoso se pega a nuestra piel en cuanto nos alejamos del aire acondicionado del cine. Evan y Synnöve intercambian una mirada de la que creo que no son conscientes y se despiden:
         —Bueno, vuelvo con mis colegas. Hasta luego.
         —Gracias por ayudarnos a salir. Adiós.
         Y luego, como autómatas, los dos comienzan a caminar en sentidos diferentes. No sé si golpearles en la cabeza con un periódico por ser tan tontos o rodearme la barbilla con las manos mientras digo: “Awwwww”. Menudo lío.


2 comentarios:

  1. Escribes tan bien que mientras lo leo tus palabras se convierten en una película dentro de mi cabeza. Y para ésta en concreto se necesitan palomitas, nachos y cocacola a rebosar! Me temo que no se puede luchar contra el amor verdadero, aunque me da pena la pobre Prue. Besitos!!!

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  2. Muchas gracias! Las cosas empiezan a ponerse interesantes, ¿crees que llegarán a algo?

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