martes, 30 de diciembre de 2014

Toda la verdad

Las chicas no dejan de acosarme a preguntas. Desde que salí con Matt en aquella cita, la curiosidad no ha dejado de florecer a mi alrededor. Aquí todas tenemos un sexto sentido para percibir cuándo las cosas han cambiado, y para nosotros dos podrían haber cambiado mucho.

Recapitulemos: me llamo Valentina, y todo el mundo me tiene por una fiestera incurable y soltera entusiasta. Cuando Matt llegó unos meses atrás, no le presté demasiada atención, fundamentalmente porque tiene novia, y si hay una cosa que respeto es a las parejas. Además, le veía muy distinto a mí, tan serio, tan dedicado a su profesión… No creía que tuviésemos demasiado en común. Pero fue entonces cuando me pidieron que saliese un día con él para tratar de animarle cuando todo cambió.

La idea la tuvo Connie, lo que me hace pensar que no había ninguna clase de segunda intención en su propuesta. Es tan inocente que casi da miedo. Yo no esperaba nada más allá de un paseo y un café antes de que cada uno volviese a sus asuntos, así que ni me arreglé especialmente ni nada parecido. Nos encontramos en el portal del edificio, para que el terreno fuese un poco más neutral, y comenzamos a caminar en apariencia sin rumbo fijo mientras yo me esforzaba por romper el hielo, muy concienciada de mi labor como animadora temporal de Matt. Le hice toda clase de preguntas acerca de su trabajo, como si lo entendiera, y parloteé un poco acerca de mí misma, de mis amigas, mis estudios, mi rutina. Creía que no me estaba haciendo mucho caso porque parecía un poco ido, pero me hizo algunas preguntas que desvelaron que en realidad me estaba prestando atención. Sin embargo, seguía alicaído, era evidente, así que acabé preguntándole:

-¿Qué puedo hacer para que te sientas mejor?

Él se volvió hacia mí y me dedicó una de las sonrisas más bonitas que he visto en mi vida.

-¿Te apetece ver las rosas?

Asentí, claro, sin saber muy bien a qué se refería.

Me guió a un pequeño parque, no muy lejos de nuestro edificio, al que se entraba por una especie de pasillo con arcos de hierro forjado por los que trepaban exuberantes rosales en flor. No me explico cómo las rosas seguían abiertas en pleno otoño, pero su vibrante tono de rojo parecía explotar bajo la luz moribunda de aquel día nublado.

-Es un sitio muy bonito –dije.

Me quité las gafas de sol un momento para apreciar mejor la estampa, pero Matt no me imitó. Le interrogué con la mirada, y se limitó a responder:

-Vengo a menudo.

-¿De veras?

Él asintió con la cabeza y añadió:

-Me anima cuando estoy deprimido.

Volví a ponerme las gafas de sol.

-Y eso… ¿te pasa mucho?

-Últimamente –se enterró las manos en los bolsillos-, bastante.

Apreté los labios. Me moría de ganas de seguir preguntando, claro está, pero no quería ser indiscreta. Seguimos caminando un rato por el parque. Pareció animarse cuando le pedí que nos tomara una selfie y me invitó cuando tomamos asiento en una cafetería tranquila. Allí se quitó al fin las gafas de sol. Esa vez me miró mientras volvía a hablar sin parar, y llegó a sonreír un poco al escuchar mis anécdotas del instituto.

-…Y entonces, Jake… -Me callé de sopetón y aparté la mirada.

Matt dejó de sujetarse la barbilla con la mano y me preguntó:

-¿Jake, qué?

-Prefiero cambiar de tema, si no te importa –respondí.

Él se reclinó sobre el respaldo de la silla.

-Entiendo.

Di unas vueltas a la cucharilla en mi taza ya vacía, trazando círculos en los restos de espuma de mi capuccino. Al final, sentí la necesidad de contárselo a alguien.

-Jake era un amigo de clase. Me gustaba, y era evidente que yo también a él. Hice planes para declararme y todo eso, pero mi madre se enteró, y bueno… Vengo de una familia muy tradicional. No les gustó la idea, y me lo prohibieron. –Callé un instante antes de añadir-. Mis padres no son como los de los demás. Sabía que si les desobedecía, acabaríamos los dos metidos en un lío… Pero me asustaba más lo que le pudiera pasar a él.

Volví a callarme con un nudo en la garganta. No solía contar cosas de mí misma que implicasen referencia alguna a mi familia, ya que inevitablemente solía acabar haciendo alguna clase de referencia, por mucho que intentase no hacerlo, a las actividades que desempeñaban mi padre y los demás. Me recriminé en silencio haberle hablado de Jake, al que tanto había intentado olvidar, arrepentida en cuanto hube terminado, pero al contrario que otra gente, Matt no insistió en los puntos más oscuros de mi pequeña perorata, sino que miró a través del cristal de la cafetería hacia la calle y confesó a media voz:

-Las cosas con Alyssa… van mal. Llevan mal una temporada, y aunque hemos tratado de arreglarlo, no parece que sigamos funcionando. De algún modo… llevamos juntos más de cinco años, y de repente todo va mal. Creo que seguimos juntos porque a estas alturas nos da miedo cambiar a los dos.

En ese punto volvió a callarse, y se mordió ligeramente el labio inferior. Aquel sencillo gesto hizo que me diera cuenta de lo mal que lo estaba pasando con todo aquello.

-¿Te preocupa cómo vaya a afectar a vuestra relación el vivir separados? –Le pregunté

-Me preocupa el hecho de que sé que bien no va a salir.

No me atreví a decir nada más, así que estiré el brazo para cubrir su mano con la mía. Él tardó unos instantes en imitar mi gesto. Me quedé mirando su reloj como embobada unos segundos, y cuando volví a alzar la cabeza hacia él, me topé con su mirada serena contemplándome fijamente. Creo que fue entonces cuando saltó la chispa.

He dicho que no soy de las que van por ahí robando novios. Me gustaría ser capaz de mantenerlo. Creo que ahora estoy muy, muy enamorada.

2 comentarios:

  1. Hola. leo que retomas la historia de Valentina con la llegada de Matt. Una buena forma de empezar el año con una pareja de enamorados. Feliz 2015.

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    1. ¡Gracias por comentar! Sin embargo, creo que habrá drama... ¡No olvidemos que Matt tiene novia!

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