Subo como una
exhalación hasta el apartamento de Pam, y ni me molesto en llamar: tengo el
segundo juego de llaves del piso, así que entro, como quien dice, hasta la
cocina. Pam está en el cuarto de baño, sometiéndose a su ritual diario de
maquillaje.
—Buenos días,
Savannah.
—¿Buenos? No te
parecerán tan buenos cuando te enteres de quién se viene a vivir al bloque.
Mi tono de voz
logra que se aparte del rímel durante un segundo para lanzarme una mirada
fugaz.
—¿Quién? —Pregunta
al fin.
—Sabrina Mangano.
Al principio, Pam
no dice nada: se limita a seguir aplicándose el maquillaje en los ojos, muy
concentrada. Finalmente pregunta:
—¿De qué me suena
ese nombre…?
En vez de
explicárselo directamente, le tarareo la pegadiza melodía de On the rocks, que amenizó uno de los
desfiles en los que trabajamos juntas. El público sólo la oyó de fondo mientras
desfilábamos, pero nosotras acabamos de la cancioncita de marras hasta las
narices, porque la escuchamos durante horas y horas en el mes y pico de ensayos
previos al desfile. La estrategia surte efecto, ya que a Pam se le demuda la
expresión por completo.
—¿Me tomas el
pelo? —Pregunta.
—Ya me gustaría —suspiro—.
Y yo que me mudé aquí buscando el anonimato, viviendo bajo el mismo techo que
ella, no creo que sea posible.
—¡Eso no es lo
peor! —Exclama de repente Pam, soltando en el lavabo el rizador de pestañas,
que rebota con un estridente sonido metálico—. ¿Has leído sus declaraciones
alguna vez? ¡Esa tía es el sueño de cualquier hombre! Seguro que se deja hacer
de todo.
No logro evitar
que se me descuelgue la mandíbula.
—Lo dices por
Matt, ¿no?
—Pues claro —responde
ella, aplicándose colorete.
—Supongo que no
habrás olvidado que no es tu novio.
—Has olvidado
añadir un “todavía” al final de esa frase, Savannah, querida —especifica,
haciéndome poner los ojos en blanco.
—Lo que tú digas.
Acabo de comprar la revista GQ al ver que ella salía en portada.
Extiendo el
ejemplar ante mí y leo en voz alta:
—Sabrina Mangano:
“Me divierte escandalizar a quienes se las dan de abiertos y progresistas”.
Enarco las cejas
ante el titular, y Pam sentencia:
—Es un zorrón.
—Pam…
—Y probablemente
tenga alguna clase de complejo. Por eso le gusta tanto desnudarse en público.
—¿Desnudarse? ¿No
crees que exageras?
Pero me quedo con
la palabra en la boca cuando, pasando las páginas al azar, me topo con el
reportaje protagonizado por Sabrina. Pam me lanza una ojeada y pregunta:
—Desnuda, ¿a que
sí?
Suspiro y leo en
voz alta el nombre del reportaje:
—“Sabrina Mangano
se lo quita todo (asterisco)”.
—¿Y a qué se
refiere ese asterisco?
Tan sólo un poco
más abajo se halla la aclaración:
—“Menos los
zapatos”.
Efectivamente, el
reportaje presenta una serie de fotografías en las que aparece nuestra futura
vecina como su madre la trajo al mundo, pero luciendo varios pares de
espectaculares zapatos de tacón alto. En su defensa alegaré que no se ve nada
en dichas fotos, pero eso no cambia el hecho de que, cuando entre por la
puerta, nosotras habremos visto más de ella de lo que suelen hacer los vecinos
normales, y probablemente los chicos del ático lo hayan visto también.
Pam me arrebata
la revista mientras dice:
—Déjame ver.
Su expresión
mientras examina el reportaje es todo un poema. Finalmente, bufa al tenderme la
revista:
—Qué vulgaridad. GQ
solía tener más glamour.
No es que a
nosotras nos llegaran a fotografiar nunca en GQ, claro. Bueno, yo salí en una
foto con Ray cuando hicieron un reportaje sobre él, pero todas sus modelos
fetiche salíamos. Y eso que él insistió en una foto en la que saliéramos sólo
los dos. Pero eso no viene al caso.
—Sólo quería
informarte de lo que se nos viene encima —le digo.
Pero por la cara
que ha puesto, sé que se ha tomado mi aviso en relación con Matt y su plan de
invasión total en la vida de nuestro arquitecto, aunque yo más bien me refería a
todo el asunto de los paparazzi que previsiblemente invadirán la calle, si no
el barrio entero, durante varios meses. Si no fuera porque ya me he instalado y
me gusta la zona, volvería a mudarme.
—En fin —suspiro—,
espero que tener a Sabrina en el edificio no nos cause muchos problemas.
Pam me da la
espalda mientras guarda sus cosméticos.
—Oh, no te
preocupes por eso —dice—. Como no se ande con ojo, los problemas los va a tener
ella.
Enarco una ceja con
incredulidad. No conozco a Sabrina Mangano, pero creo que Pam podría haber dado
con la horma de su zapato.
Hola: muy real esa frase de ‘’entrar hasta la cocina’’. También la utilizo mucho… La mudanza y nueva vecina Sabrina Mangano traerá problemas y relación con Matt, ¿no? Qué risa con el titular de ‘’’se quita todo menos los zapatos’’. Alomejor esa vida tan exhibicionista de Sabrina es por tener fama y titulares y en su vida cotidiana es muy tradicional… Estaré atenta para ver cómo evoluciona la vida de tus chicas… Por cierto, un gran texto. Ya lo sabrás pero redactas super bien con un muy estilo ágil… seguimos en contacto.
ResponderEliminarUn capítulo de matrícula!!! Aunque yo me pregunto... qué pasará cuando se conozcan Sabrina y Rita???? Esas dos juntas tienen que ser de miedo... Besitos!
ResponderEliminarGracias por vuestros comentarios! La llegada definitiva de Sabrina se acerca, y podremos conocerla mejor. Me alegra que os guste mi estilo de escritura, últimamente me cuesta mucho escribir, pero me esfuerzo para que me salga lo mejor posible. ¡Espero que los siguientes capítulos también os gusten!
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