miércoles, 23 de enero de 2013

De la magia como arma arrojadiza


         Es curioso cómo a veces, aunque no presencies algo, el hecho de que te lo cuenten logra que dicho evento sea parte de tu vida, e incluso se lo cuentes a otras personas dando la impresión de que fuiste testigo, cuando no protagonista. Eso es más o menos lo que me pasó desde que Clary me contó los problemas de Prue con su prima Synnöve (a la que por cierto, no conozco), ya que, al parecer, a ambas les gusta el mismo chico. El conflicto empezó a convertirse en parte de mi vida cuando Prue se encargó de ir actualizando la información cada poco tiempo: “Hoy Evan me ha saludado por la escalera”, “Vi a Evan el fin de semana y llevaba puestos unos vaqueros que le sentaban de maravilla”, “Evan me ayudó a subir la compra a casa”, etcétera. Por suerte, nunca me pide mi opinión acerca de esos comentarios de colegiala, porque conozco a Prue, y me parece muy mal que vaya a hacer la compra ex profeso para que él la ayude. Nunca lo admitiría, pero yo lo sé, y no me hace falta ser bruja para eso.

De quien nunca habla, o muy poco, es de Synnöve. Debe sentirse realmente ofendida de que su prima pequeña sea también su rival. Y eso que no sabe que Evan podría llegar a corresponder a Synnöve, o mejor dicho, que está muy cerca de hacerlo.

Sí que he necesitado ser bruja para saber eso. No les he dicho nada a Prue o a Clary, evidentemente. Hay una serie de normas en esto de la brujería, y además, Prue puede tener unos accesos de rabia muy infantiles. Se enfadaría conmigo, para empezar, por haberle transmitido una verdad que no quiere conocer. Por eso, si se ha fijado en las señales que indican que a Evan le gusta Synnöve, es muy probable que haya optado por obviarlas de una forma más o menos consciente.

—¿Podemos hablar? —Alzo la vista de mi libro al oír la voz de Prue. Clary, detrás de ella, me saluda con la mano.
—Claro —respondo.
Las dos toman asiento en mi mesa. Estaba en la cafetería de la facultad, aprovechando una hora que tengo libre en mitad de mi horario para adelantar un poco en la novela que estoy leyendo ahora. En el caso de mis dos amigas, su presencia aquí se justifica con una sola palabra: pellas.
Cierro el libro y lo dejo encima de la mesa. No se me escapa que Clary mira de reojo la portada. No pierde la esperanza de pillarme leyendo un Grimorio o cualquier otro libro de conjuros. No siempre me tratan como a una bruja, pero cuando se acuerdan, piensan que soy Harry Potter. Y sí, leo libros de magia, pero no en la Universidad.
Prue apoya los codos en la mesa y, lanzándome una mirada entre penetrante y divertida, dice:
—Tengo que pedirte un favor.
Espero que no sea…
—Tú dirás —la animo.
—Quiero una poción de amor.
Noto cómo mi expresión va cambiando de una sonrisa plácida a un gesto mucho más serio. Sí, era justo lo que me temía.
—¿Para que Evan se enamore de ti? —Pregunto.
—¡No, no! —Se apresura a negar ella, y explica—. A lo mejor me he expresado mal. Lo que quiero es una poción de desamor, si es que eso existe… Mira, quiero que Evan deje de interesarse por mi prima Synnöve.
Así que se había dado cuenta. Suspiro.
—No puedo hacer eso, Prue —mientras lo digo, sé que me va a rebatir, y aunque sé que no voy a zanjar la discusión, esgrimo el motivo más fundamental—. Va en contra de mis principios.
Ella frunce el ceño, claramente contrariada.
—¿Uno de tus principios es no ayudar a una amiga en apuros? —Pregunta.
—No estás en apuros —creo que he sonado un poco cínica—. Y uno de mis principios es no interferir en la voluntad de la gente.
—Bueno, pues puedes quedarte tranquila, porque enamorarse de alguien no entra en el ámbito de la voluntad de nadie. Sencillamente, sucede.
Pongo los ojos en blanco.
—El libre albedrío también cuenta.
Observo por el rabillo del ojo cómo la mirada de Clary va de una a otra, pero no se atreve a intervenir. Sabe que tengo razón, pero no quiere llevarle la contraria a su mejor amiga. Si Rita estuviera aquí, apoyaría ferozmente a Prue, ironías del destino. Luego le robaría a Evan, pero eso es otro tema.
—La magia no es ningún juego, Prue —añado antes de mirar a Clary—. No se parece a ningún libro que hayáis leído. La magia real tiene responsabilidades y consecuencias.
Prue suspira con cierto victimismo y se levanta. Clary y yo tenemos que alzar los ojos para mirar su rostro.
—Así que no va a haber poción, ¿verdad? —Afirma.
Me limito a negar con la cabeza, y ella se encoge de hombros:
—Muchas gracias, Leah —chasquea la lengua. Su tono es amargo y mordaz.
Aparta la silla y se marcha, y Clary intercambia conmigo una rápida mirada antes de seguirla. No están muy lejos de mí cuando alzo la voz para advertirla:
—No insistas en tu propósito, Prue. Acabarás convertida en la mala.
Mientras sale de la cafetería, no puedo dejar de esperar que escuche mis palabras.

2 comentarios:

  1. Supongo que esto se veía venir, me refiero por supuesto al enfrentamiento entre las dos primas por Evan. Y estoy con Leah, aunque sean amigas no es justo hacer uso de la magia para ir en contra del destino... Besitos!

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    1. ¡Gracias por comentar! He dejado un poco aparcado el conflicto, pero podría llegar a reavivarse. No me gustaría que Prue se convirtiera en la mala, pero eso de pedir ayuda a una bruja es jugar sucio...

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