Es curioso cómo a veces, aunque no presencies
algo, el hecho de que te lo cuenten logra que dicho evento sea parte de tu
vida, e incluso se lo cuentes a otras personas dando la impresión de que fuiste
testigo, cuando no protagonista. Eso es más o menos lo que me pasó desde que
Clary me contó los problemas de Prue con su prima Synnöve (a la que por cierto,
no conozco), ya que, al parecer, a ambas les gusta el mismo chico. El conflicto
empezó a convertirse en parte de mi vida cuando Prue se encargó de ir
actualizando la información cada poco tiempo: “Hoy Evan me ha saludado por la
escalera”, “Vi a Evan el fin de semana y llevaba puestos unos vaqueros que le
sentaban de maravilla”, “Evan me ayudó a subir la compra a casa”, etcétera. Por
suerte, nunca me pide mi opinión acerca de esos comentarios de colegiala,
porque conozco a Prue, y me parece muy mal que vaya a hacer la compra ex profeso para que él la ayude. Nunca
lo admitiría, pero yo lo sé, y no me hace falta ser bruja para eso.
De quien nunca
habla, o muy poco, es de Synnöve. Debe sentirse realmente ofendida de que su
prima pequeña sea también su rival. Y eso que no sabe que Evan podría llegar a
corresponder a Synnöve, o mejor dicho, que está muy cerca de hacerlo.
Sí que he
necesitado ser bruja para saber eso. No les he dicho nada a Prue o a Clary,
evidentemente. Hay una serie de normas en esto de la brujería, y además, Prue
puede tener unos accesos de rabia muy infantiles. Se enfadaría conmigo, para
empezar, por haberle transmitido una verdad que no quiere conocer. Por eso, si
se ha fijado en las señales que indican que a Evan le gusta Synnöve, es muy
probable que haya optado por obviarlas de una forma más o menos consciente.
—¿Podemos hablar?
—Alzo la vista de mi libro al oír la voz de Prue. Clary, detrás de ella, me
saluda con la mano.
—Claro —respondo.
Las dos toman
asiento en mi mesa. Estaba en la cafetería de la facultad, aprovechando una
hora que tengo libre en mitad de mi horario para adelantar un poco en la novela
que estoy leyendo ahora. En el caso de mis dos amigas, su presencia aquí se
justifica con una sola palabra: pellas.
Cierro el libro y
lo dejo encima de la mesa. No se me escapa que Clary mira de reojo la portada.
No pierde la esperanza de pillarme leyendo un Grimorio o cualquier otro libro
de conjuros. No siempre me tratan como a una bruja, pero cuando se acuerdan,
piensan que soy Harry Potter. Y sí, leo libros de magia, pero no en la
Universidad.
Prue apoya los
codos en la mesa y, lanzándome una mirada entre penetrante y divertida, dice:
—Tengo que
pedirte un favor.
Espero que no
sea…
—Tú dirás —la
animo.
—Quiero una poción
de amor.
Noto cómo mi
expresión va cambiando de una sonrisa plácida a un gesto mucho más serio. Sí,
era justo lo que me temía.
—¿Para que Evan
se enamore de ti? —Pregunto.
—¡No, no! —Se
apresura a negar ella, y explica—. A lo mejor me he expresado mal. Lo que
quiero es una poción de desamor, si es que eso existe… Mira, quiero que Evan
deje de interesarse por mi prima Synnöve.
Así que se había
dado cuenta. Suspiro.
—No puedo hacer
eso, Prue —mientras lo digo, sé que me va a rebatir, y aunque sé que no voy a
zanjar la discusión, esgrimo el motivo más fundamental—. Va en contra de mis
principios.
Ella frunce el
ceño, claramente contrariada.
—¿Uno de tus
principios es no ayudar a una amiga en apuros? —Pregunta.
—No estás en
apuros —creo que he sonado un poco cínica—. Y uno de mis principios es no
interferir en la voluntad de la gente.
—Bueno, pues
puedes quedarte tranquila, porque enamorarse de alguien no entra en el ámbito
de la voluntad de nadie. Sencillamente, sucede.
Pongo los ojos en
blanco.
—El libre
albedrío también cuenta.
Observo por el
rabillo del ojo cómo la mirada de Clary va de una a otra, pero no se atreve a
intervenir. Sabe que tengo razón, pero no quiere llevarle la contraria a su
mejor amiga. Si Rita estuviera aquí, apoyaría ferozmente a Prue, ironías del
destino. Luego le robaría a Evan, pero eso es otro tema.
—La magia no es
ningún juego, Prue —añado antes de mirar a Clary—. No se parece a ningún libro
que hayáis leído. La magia real tiene responsabilidades y consecuencias.
Prue suspira con
cierto victimismo y se levanta. Clary y yo tenemos que alzar los ojos para mirar
su rostro.
—Así que no va a
haber poción, ¿verdad? —Afirma.
Me limito a negar
con la cabeza, y ella se encoge de hombros:
—Muchas gracias,
Leah —chasquea la lengua. Su tono es amargo y mordaz.
Aparta la silla y
se marcha, y Clary intercambia conmigo una rápida mirada antes de seguirla. No están
muy lejos de mí cuando alzo la voz para advertirla:
—No insistas en
tu propósito, Prue. Acabarás convertida en la mala.
Mientras sale de
la cafetería, no puedo dejar de esperar que escuche mis palabras.
Supongo que esto se veía venir, me refiero por supuesto al enfrentamiento entre las dos primas por Evan. Y estoy con Leah, aunque sean amigas no es justo hacer uso de la magia para ir en contra del destino... Besitos!
ResponderEliminar¡Gracias por comentar! He dejado un poco aparcado el conflicto, pero podría llegar a reavivarse. No me gustaría que Prue se convirtiera en la mala, pero eso de pedir ayuda a una bruja es jugar sucio...
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