miércoles, 2 de marzo de 2011

Por qué vivir con Pam no es nada fácil


Ya sé que en las fotografías de las revistas y en las entrevistas que concede parece una persona sana, equilibrada y prácticamente perfecta, pero ésa no es la verdadera Pam. Pamela Johanne Bolton, mi hermana mayor, es:
         1.-Egocéntrica.
         2.-Poco realista.
         3.-Una niña mimada de la industria de la moda.

         En pocas palabras, es una de esas personas que están acostumbradas a que se cumplan todos y cada uno de sus absurdos deseos. Y lamentablemente, sí, eso me incluye, porque Pam ha decidido que soy un tipo de chica muy determinado. Ella piensa que soy, en pocas palabras, su mini-yo. Podría achacarse esa percepción a que lleva muchos años sin convivir conmigo, ya que sí, es cierto, cuando éramos pequeñas ella era mi ídolo, pero las cosas han cambiado. Mis padres se han marchado a vivir fuera del país y no quise insistir en lo contrario cuando me propusieron venirme a Londres con Pam, porque, ¿con quién iba a quedarme? ¿Con Rachel?

         Está bien: probablemente no estaréis entendiendo nada. Empezaré por el principio.

         Yo salía con un chico en Liverpool. Se llamaba (o se llama, creo que no se ha muerto) Dean, Dean Patrick. Le conocí al entrar en el instituto, en noveno grado. Coincidíamos sólo en Educación Física y en Química, pero conectamos enseguida. Al año siguiente, cogimos adrede el mismo horario. Y después de eso, en undécimo grado, me dijo que yo le gustaba. Le rechacé, no porque él no me gustase a mí, sino porque… es difícil de explicar, pero no creía que me quisiera de verdad. Es decir, lo primero que pensé era que confundía el hecho de que fuésemos buenos amigos con sentimientos más profundos como los que yo, de hecho, albergaba hacia él. Además, nunca he creído en el amor verdadero, en mi opinión es algo que se inventó Hollywood basándose en novelas del XIX, pero ése es otro tema. El caso es que se lo dije a Dean con esas palabras, y él se marchó muy compungido. Pensé que lo superaría; teníamos quince años, a esa edad te enamoras todos los días.
         El caso es que me equivoqué. Bueno… sería muy largo de contar todo lo que pasó en undécimo grado, basta resumirlo en una frase: logró convencerme de que estaba enamorado de mí, y acepté salir con él. Sí, entramos en bachillerato convertidos en pareja feliz. En serio, nunca creí que yo daría esa imagen prototípica de adolescente enamorada. Hasta mis padres se dieron cuenta de lo feliz que era.
         Por supuesto, tenía más amigos aparte de Dean. Mi mejor amiga se llamaba (y esto no me importa decirlo en pasado) Rachel Prince, y sí, éramos amigas como en las series de televisión: desde tercer grado. Inseparables. Nos lo contábamos todo. O casi todo, porque no supe que estaba liada con Dean hasta que lo vi con mis propios ojos.
         Nunca lo olvidaré.
         Fui a casa de Rachel, que vivía a tan sólo unas manzanas de mí, y decidí entrar por la puerta trasera. Teníamos esa clase de confianza.
         Les vi besándose a través de los visillos. Era la última hora de la tarde y ellos no me vieron a mí. Fue humillante.
         Me pasé toda la noche preguntándome cómo debía decírselo. Así enmascaraba el dolor de mi corazón roto, porque aunque no me viera casada con Dean precisamente, le quería, y aquello me dolió mucho. Bueno, ya os imagináis. Les mandé a la mierda a los dos.
         Lo más gracioso es que, encima, Rachel se ofendió.
         Así que nuestra amistad puede considerarse finiquitada por partida doble.

         De no haber sucedido todo esto, a lo mejor mis padres podrían haber considerado el dejar que me quedase en casa de Rachel durante el último año de instituto. Su madre no habría puesto inconveniente alguno, en ocasiones Rachel bromeaba diciendo que me quería más a mí que a ella, que era su propia hija. Cuando pasó lo de Dean, entendí por qué.
         El caso es que por eso vivo con Pam. Y no, no es nada fácil. Porque, como decía, ella tiene una idea preconcebida y completamente ficticia de cómo soy yo en realidad. Por eso tengo una habitación que parece sacada de una revista de casas de muñecas a escala 1:1. Dios, a veces me da la sensación de que los adornos tienen etiquetas sonoras y empezarán a pitar si los muevo. Bueno, he tenido que poner mis pósters de The Runaways y de Patti Smith detrás de la puerta, eso debería bastar como ejemplo práctico. Eso sí, Chesy estaría como loca en esta habitación tan… cursi… Pero ella tiene seis años, se le perdona.
         Por suerte, el destino o la casualidad (dejo la elección al gusto del lector) han querido que mis primas Alyssa y Prue vivan en el mismo edificio, y eso es un alivio, porque me llevo bien con las dos, y no les importa que suba a su casa de vez en cuando. Además, cuando me quejo de Pam, Alyssa me invita a cenar. Vale, es juego sucio… pero por aquí las cosas funcionan así. Al menos en familia. Ya os iréis acostumbrando…

4 comentarios:

  1. Vaya con Rachel, con amigas como ella quién necesita enemigas... Aunque Dean no se queda atrás, vaya caradura...

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  2. Me ha gustado muchísimo esta visión de los pensamientos de Synnöve, consigues que se le coja cariño al personaje. Pobrecilla, la comprendo muy bien, me ha enganchado esta chiquilla xD.

    ¡Sigue con esto! Me está encantando cómo estás desarrollando a estas chicas :3

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  3. Me encantan estas historias!! Y me encanta esa rivalidad entre Alyssa y Pam!!

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  4. Afortunadamente nunca pasan de lanzarse unas cuantas miradas asesinas y despotricar la una a espaldas de la otra, pero cuando eran pequeñas directamente se tiraban de los pelos como locas :s

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